Por: Atilio Boron
“La columna de prisioneros se detuvo en la avenida Uhrich y fue formada, de cuatro o cinco en fondo, en la acera, de frente a la calle. El general marqués de Galliffet y su Estado Mayor bajaron de los caballos y empezaron a pasar revista de izquierda a derecha. El general andaba lentamente, observando las filas; de vez en cuando, se detenía y tocaba a un prisionero en el hombro o le llamaba con un movimiento de cabeza si estaba en las filas de atrás. En la mayoría de los casos, los seleccionados por este procedimiento, sin más trámites, eran colocados en medio de la calle, donde formaron en seguida una pequeña columna aparte. . . La posibilidad de error era, evidentemente, considerable. Un oficial montado señaló al general Galliffet a un hombre y a una mujer como culpables de algún crimen. La mujer salió corriendo de la fila, se puso de rodillas, y, con los brazos abiertos, protestó de su inocencia en términos de gran emoción. El general aguardó unos instantes y luego con rostro impasible, y sin moverse, dijo: 'Madame, conozco todos los teatros de París: no se moleste usted en hacer comedias' (ce n'est pas la peine de jouer la comédie ) . . . Ese día para nadie era una buena cosa destacarse por ser más alto, más sucio, más limpio, más viejo o más feo que sus vecinos. Me llamó la atención en particular un hombre con la nariz partida que seguramente a causa de este detalle se vio rápidamente liberado de los males de'este mundo . . . De este modo fueron seleccionados más de cien; se destacó un pelotón de fusilamiento y la columna siguió su marcha dejándoles atrás. A los pocos minutos, comenzó a nuestra espalda un fuego intermitente, que duró más de un cuarto de hora. Estaban ejecutando a aquellos desgraciados, condenados tan sumarísimamente". (Corresponsal del Daily News en París, 8 de junio).
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