Parece que este siglo XXI ya adentrado en su segunda década, presenta
indicios de la necesidad de profundos cambios en las estructuras
civilizadoras alcanzadas por la humanidad hasta nuestros días.
Es evidente que estamos asistiendo a un quiebre del sistema de cosas
impuesto por la modernidad occidental, que globalizó sus criterios y se
los impuso por medio del mercado y sus referentes (religión, educación,
lenguaje, sistemas de gobierno, trabajo asalariado) a casi todo el orbe.
Los síntomas de la decadencia del sistema son evidentes, entre ellos
las acciones desesperadas de la superestructura militar que gobierna al
mundo desde la época de postguerra, los sucesos en Ucrania, y el
cementerio en el que han convertido al mal llamado "Oriente Medio", son
hechos bastante demostrativos. Esto indica desesperación y agresividad,
en vista de que el modelo impuesto por el "imperialismo planetario" está
llevando a la humanidad a un nuevo colapso que podría provocar una
hecatombe, en la cual sólo ellos y sus aparatos de guerra saldrían
beneficiados.
El papel de la OTAN desde la ya desaparecida guerra fría, ha mutado;
ahora es solamente el escuadrón militar de los EE.UU. y sus aliados
europeos para quitar y poner gobiernos que le resulten "incómodos".
Muchos estudiosos de estos temas coinciden en que el tiempo que
asistimos es de quiebre del sistema de dominación planetaria. La
conducción del planeta hacia el agotamiento de sus reservas energéticas
es una prueba irrefutable de esta crisis, que no es únicamente a nivel
de este recurso; en lo social podemos ver la situación de multitudes de
población depauperada que viven en un estado de calamidad humana
sencillamente impresionante. En un tiempo en el que el desarrollo de las
ciencias y las tecnologías han alcanzado sus momentos de mayor
esplendor, paradójicamente, el hambre y la miseria también se han
multiplicado exponencialmente. Además, nuevas pestes que amenazan en
convertirse en verdaderas pandemias azotan a grandes zonas del planeta;
la incertidumbre por nuestra sobrevivencia en el planeta es cada vez más
deprimente, día a día las reservas de agua dulce se agotan al mismo
ritmo de los glaciares. Habitamos un "mundo donde todo es desechable y
provisional"… Sencillamente estamos presenciando la senectud de un
estado de cosas que toca las fronteras de lo insostenible.
Ya nadie cree en la supuesta "bondad" de las instituciones
internacionales, ellas se han convertido en auténticos "clubes de
pinochos" que hacen competencia para ver quién tiene la nariz más grande
y luego fijan la mirada en la punta de la misma. Mientras, los pueblos
esperan hasta que se convencen sencillamente de que "esperar es de
tontos", y se asumen cada vez más como protagonistas de una historia en
la cual no necesitan autorización de nadie para escribirla, porque a
ellos, como mayoría y como habitantes legítimos de este planeta, les
corresponde escribirla, por el bien común de todos y no por el nefasto
egoísmo de un ínfima minoría, burguesa y rapaz. Por todo esto, urge
inexorablemente, poner fin a estos desmanes.
Desde el sur de nuestra América morena, hemos iniciado un proceso de
redescubrirnos, nos hemos propuesto reencontrarnos con una nueva ética
humana, donde se reconozca al vecino y se respete la vida como el bien
supremo de la humanidad. Nos proponemos ganar la libertad como sinónimo
de independencia, mandar obedeciendo a nuestros pueblos más que a la
mano invisible del mercado, ejercer la toparquía como la forma de
ejercer el autogobierno de los trabajadores desde el territorio, en la
comuna, es decir, seguimos empeñados en la utopía.
Procesos inéditos como la asunción de un indígena con su sabiduría
ancestral en la conducción del pueblo boliviano, representan un buen
síntoma, la resonancia que tienen en el mundo los logros de la
Revolución Bolivariana iniciada en Venezuela y su obstinada propuesta
antiimperialista, con su proceso incluyente, que además impulsa la
unidad latinoamericana y del Caribe, constituye una ventana más en este
mundo confuso. A estos procesos se ha unido el esfuerzo de los uruguayos
con el lenguaje sencillo y sin poses del modesto Pepe Mujica, y tras
ellos, los gigantes Argentina y Brasil, cada uno a su modo. Se puede
contar a Chile aunque muy tímidamente, y por otro lado, Ecuador y su
revolución ciudadana, representan ciertos indicios de que las cosas
pintan bien por estos lados.
Ante la actitud ecléctica de la vieja Europa, la decrepitud del
imperialismo norteamericano y el avance de nuevos actores del capital
internacional que entran en la disputa por la hegemonía y control del
mundo, desde Venezuela apostamos por la conformación de una nueva
realidad, un mundo que se cimente en la diversidad, una realidad
multipolar donde impere la preservación de la especie humana y su
ineludible unidad en un planeta que debemos preservar a toda costa, aún
con el sacrificio de los indicadores económicos y sus variables macro
económicas. En relación a esto, el eco socialismo expresa una propuesta
que colocamos en el portafolio, en las libretas de notas y los cuadernos
de los niños de cada escuela de este continente, de los intelectuales y
los movimientos sociales, campesinos, trabajadores y todo aquél o
aquéllos que crean en verdad y con buena voluntad, en que un mundo nuevo
y sobre todo un nuevo hombre y mujer es posible, para que comencemos un
proceso distinto de culturización y saneamiento de esa unidad
hombre-naturaleza, que tan urgentemente reclama la especie humana.